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Decimo Mandamiento

"No codiciarás [...] nada que [...] sea de tu prójimo... No desearás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo."


El desprendimiento de las riquezas es el objetivo del décimo mandamiento y de la primera Bienaventuranza ("Bienaventurados los pobres de espíritu"), porque, de acuerdo al Catecismo, es necesario este precepto para la entrada en el reino de los cielos. La codicia es prohibida por el décimo mandamiento, pues es considerada la "raíz de donde procede el robo, la rapiña y el fraude, prohibidos por el séptimo mandamiento" y que pueden llevar a la violencia y a la injusticia.​ La Iglesia define la codicia como un "deseo desordenado" que puede asumir diferentes formas:
La Avaricia.
La Codicia es el deseo inmoderado y excesivo de querer todo aquello que no se necesita.
La envidia, uno de los siete pecados capitales, es el deseo inmoderado de querer apropiarse del bien ajeno.​ La USCCB la define como "una actitud que nos llena de tristeza al ver la prosperidad del otro."​ Santo Agustín de Hipona afirmó que la envidia es "el pecado diabólico por excelencia. De la envidia nacen el odio, la difamación, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y el disgusto causado por su prosperidad".

Explicando la enseñanza de la Iglesia sobre este mandamiento, Kreeft cita a SanTomás de Aquino, que escribió que "un deseo malo solo puede ser superado por un deseo bueno más fuerte." La USCCB sugiere que esto puede ser conseguido a través del cultivo de la buena voluntad, humildad, gratitud y confianza en la gracia de Dios.​ En su carta a los FilipensesSan Pablo de Tarso, después de listar sus calificaciones personales y hechos terrenos como judío respetado, consideró todo aquello "como pérdida, comparado con la suprema grandeza del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuya causa perdió todas las cosas. Yo las considero como estiércol para poder ganar a Cristo y ser encontrado en él".​ Kreeft explica que la enseñanza de la Iglesia sobre el décimo mandamiento es direccionado para esa actitud de San Pablo para con los bienes materiales, denominada "pobreza de espíritu". Esta actitud humilde y desapegada es una bienaventuranza a ser vivida, porque, conforme a las escrituras, Jesús afirmó "¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?

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