"No matarás."
Este mandamiento exige respeto por la vida humana. Conforme a las escrituras, Jesús expandió este mandamiento, pasando a exigir también que los cristianos amen a sus enemigos y eviten la rabia injusta, el odio y la venganza.La base de toda la doctrina católica sobre el quinto mandamiento es la ética de la santidad de la vida, que Kreeft argumentó como filosóficamente opuesta a la ética de la calidad de vida, una filosofía que el caracteriza como introducida por un libro alemán titulado Die Freigabe der Vernichtung des Lebensunwerten Lebens (en español: El Permiso para Destruir Una Vida Indigna De Ser Vivida). Kreeft afirmó que este libro fue el primero "que ganó la aceptación del público ... por médicos alemanes antes de la Segunda Guerra Mundial — la base y el inicio de prácticas médicas nazis" y eutanásicas. Esta interpretación es generalmente apoyada por revistas médicas modernas que discuten e informan los dilemas colocados por estas filosofías opuestas a los médicos, que muchas veces necesitan tomar decisiones de vida o muerte.93Sin embargo, hay expertos en bioética que caracterizan el uso de la "analogía nazi" como inadecuada y "horrorosamente mala", cuando se aplican las decisiones a la calidad de vida. Cumpliendo el quinto mandamiento, la Iglesia católica está activamente involucrada en debates públicos sobre el aborto, la pena de muerte y la eutanasia, y anima a sus fieles para apoyar las leyes y políticas descritas como pro vida.
Carmona Campo considera que, contrario a una ética laica, que sostiene que la vida es un derecho del sujeto, en la ética cristiana la vida es un don o concesión de Dios que puede retirar cuando él considere conveniente.
Aborto
El Catecismo afirma que "La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. La Iglesia afirma que sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente" Matar directa e intencionalmente un ser humano inocente es considerado por la Iglesia un pecado mortal. El asesinato de familiares incluidos "el aborto inducido, el infanticidio, el fratricidio, el parricidio y el asesinato del cónyuge" son considerados crímenes y pecados mortales más graves todavía, "en razón de los lazos naturales que ellos rompen."
La Iglesia reconoce el momento de la concepción como el inicio de la vida humana y hace hincapié que el embrión debe ser "ser defendido en su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible, como todo otro ser humano." El aborto inducido fue específica y persistentemente condenado por la Iglesia desde el siglo I."la colaboración formal" en el aborto inducido incurre en la pena de excomuniónlatae sententiae, "esto es, por el hecho mismo de cometer el delito". El Catecismo enfatiza que esta sanción no tiene la intención de restringir la misericordia, sino solo en dejar claro la gravedad del crimen y los daños irreparables hechos al niño, sus padres y a la sociedad. "La colaboración formal" en el aborto no se extiende solo a la madre que libremente se somete, sino también a los médicos, enfermeros y auxiliares que directamente participan en el acto. La Iglesia tiene varios proyectos como el proyecto Sacerdotes por la vida y ministerios de reconciliación para aquellos que sinceramente se arrepienten de sus pecados de colaboración formal en el aborto.
Uso de embriones para investigación o fertilización
El Catecismo de los Estados Unidos para Adultos dedica una sección para la fecundación in vitro, células madre embrionarias y clonación en su explicación del quinto mandamiento, porque muchas veces esas técnicas involucran la destrucción de embriones humanos, considerado por la Iglesia una forma de asesinato gravemente pecaminoso. Las investigaciones científicas con células madre embrionarias son consideradas "un medio inmoral para un buen fin" y "moralmente inaceptable." Citando la Instrucción sobre el respeto a la vida humana naciente y la dignidad de la procreación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) afirma que "Ninguna finalidad, aunque fuese en sí misma noble, como la previsión de una utilidad para la ciencia, para otros seres humanos o para la sociedad, puede justificar de algún modo las experiencias sobre embriones o fetos humanos vivos, viables o no, dentro del seno materno o fuera de él." Ella observa también que el uso de células madre adultas, que son células obtenidas con el consentimiento de alguien y sin poner en causa la vida del donante, es un campo promisorio de investigación y moralmente aceptable.
También en relación a la reproducción médicamente asistida que implica la "inseminación y fecundación artificial", el Catecismo de la Iglesia católica declara que estas técnicas, aún practicadas en el seno de la pareja (o sea, "fecundación artificial homóloga"), "siguen siendo moralmente inaceptables. Disocian el acto sexual del acto procreador. El acto fundador de la existencia del hijo deja de ser un acto por el cual dos personas se dan una a la otra" y «confía la vida y la identidad del embrión al poder de los médicos y de los biólogos, e instaura un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Una tal relación de dominio es en sí contraria a la dignidad y a la igualdad que debe ser común a padres e hijos.»"; y que "solo el respeto por el lazo que existe entre los significados del acto conyugal y el respeto por la unidad del ser humano permite una procreación conforme a la dignidad de la persona".
Suicidio y eutanasia
El quinto mandamiento prohíbe el suicidio, incluyendo el suicidio asistido, y la eutanasia incluso para eliminar el sufrimiento. La doctrina católica define la eutanasia como "una acción o una omisión que, por su naturaleza e intencionalmente, provoca la muerte con el objetivo de eliminar el sufrimiento". La Iglesia considera que los cuidados normales de quien enfrenta una muerte inminente no pueden ser retirados o interrumpidos. Estos cuidados normales se refieren, por ejemplo, a la comida, agua y alivio del dolor, y no incluyen los tratamientos extraordinarios, que son las "intervenciones médicas ya inadecuadas a la situación real del enfermo". Son consideradas inadecuadas "porque no proporcionan los resultados que se podrían esperar o también porque [son] demasiado graves" para los enfermos y sus respectivas familias. Por eso, en situaciones de muerte inminente e inevitable, es moralmente aceptable permitir que los enfermos terminales mueran naturalmente y renuncien a tratamientos extraordinarios "que darían solamente un prolongamiento precario y penoso de la vida e interrumpieran los cuidados normales debidos" habituales. La Iglesia apoya la práctica de los cuidados paliativos, incluyendo el uso de analgésicos y sedantes que, al aliviar el dolor, pueden acortar la vida del enfermo, desde que la muerte no sea "querida, ni como fin ni como medio, pero solamente prevista y tolerada como inevitable".
Pena de muerte
En los primeros 200 años, los cristianos "se negaron a matar en el servicio militar, en defensa personal o en el sistema judicial", pero todavía no había ninguna posición oficial de la Iglesia sobre la pena de muerte.108 Cuando la Iglesia fue oficialmente reconocida como una institución pública en el Edicto de Milán (313), a su postura en relación a la pena de muerte fue de tolerancia, pero no de aceptación plena y absoluta.108 Sin embargo, la pena de muerte tuvo apoyo desde los primeros teólogos católicos: Ambrosio de Milán alentaba a miembros del clero a anunciar y ejecutar la pena de muerte mientras que Agustín de Hipona respondió a las objeciones arraigadas en el quinto mandamiento en su libro De Civitate Dei. Tomás de Aquino y Duns Scot también argumentaron que las Sagradas Escrituras apoyan a las autoridades civiles a ejecutar la pena de muerte. El Papa Inocencio III exigió que Pedro Valdo y los valdenses aceptasen que "el poder secular puede, sin pecado mortal, ejercer el juicio de la sangre, siempre que castigue con justicia, no por odio, con prudencia, sin precipitación" como requisito previo para la reconciliación con la Iglesia. Paul Suris afirma que las enseñanzas oficiales de la Iglesia no han condenado ni promovido absolutamente la pena capital, pero la tolerancia ha fluctuado a lo largo de los siglos. La Inquisición constituyó el ejemplo más memorable del apoyo de la Iglesia a la pena de muerte, aunque algunos historiadores consideran que este tribunal eclesiástico era más indulgente y aplicaba menos la pena de muerte que los tribunales seculares de aquella época.
El 2 de agosto de 2018, la Iglesia católica adoptó la opinión de que la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la dignidad del hombre. El Catecismo de la Iglesia Católica proclama que "a la luz del Evangelio" la pena de muerte es "un ataque contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona" y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo
Salud personal, respeto a los muertos y entierro
De acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, el respeto por la vida humana exige también el respeto del propio cuerpo, impidiendo los comportamientos poco saludables, el exceso de comida, alcohol, medicamentos y drogas ilegales. La Iglesia también advierte contra el comportamiento opuesto de "preocupación excesiva de la salud y bien estar del cuerpo que 'idolatra' la perfección física, la buena condición física y el éxito en los deportes.
Secuestro, terrorismo, tortura, esterilizaciones, amputaciones, mutilaciones y modificaciones corporales que no sean justificados por razones médicas o terapéuticas están prohibidos por la Iglesia. De acuerdo con el Catecismo, las sociedades tienen una obligación moral de esforzarse para ofrecer condiciones de vida saludables para todas las personas.
Según el Catecismo, el entierro de los muertos es una obra de misericordia corporal y "los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad". Por lo tanto, la dispersión de los restos cremados o el entierro en una tumba sin identificación están prohibidos por la Iglesia católica. La donación de órganos, las cremaciones y las autopsias por razones legales y científicas están permitidas. En cuanto a la cremación, la Iglesia la permite siempre y cuando no socave la fe católica en la resurrección de los cuerpos en el Juicio Final.
Guerra y autodefensa
De acuerdo con lo expresado en la Biblia, en el Sermón del Monte, Jesús recordó el quinto mandamiento "No matarás" y, expandiéndolo, prohibió también la rabia, el odio y la venganza. Yendo más lejos, Jesús pidió a sus discípulos que amen a sus enemigos. El Catecismo afirma que "El amor a uno mismo sigue siendo un principio fundamental de la moralidad" y, por eso, es "legítimo para hacer valer su propio derecho a la vida". Kreeft dice que la "autodefensa es legítima, por la misma razón que el suicidio no lo es: porque la propia vida es un don de Dios, un tesoro que somos responsables en preservar y defender." El Catecismo enseña que "El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor un golpe mortal" La legítima defensa puede no solo ser un derecho sino un deber para quien es responsable por la vida de los otros. La defensa del bien común exige que el agresor esté imposibilitado de causar daños. Por esta razón, los que tienen autoridad tiene el derecho a usar las armas para repeler a los agresores contra la comunidad que está bajo su responsabilidad.
La Iglesia exige que todos recen y trabajen para evitar guerras injustas, pero permite la guerra justa si fueren atendidas determinadas condiciones:
Las razones para ir a la guerra sean defensivas.
"El daño infligido por el agresor... debe ser duradero, grave y seguro."
Como último recurso, tomado solamente después de todos los otros medios de poner fin al "daño grave" hayan sido ineficaces.
El objetivo final fuera la paz y haya serias posibilidades de éxito.
No se produzcan males más graves que eclipsen al mal que se eliminará. Esta condición prohíbe el uso de armas para eliminar todas las ciudades y áreas con sus habitantes.
Respeto y cuidado para con los no-combatientes, soldados heridos y prisioneros. Los soldados están obligados a desobedecer las órdenes para cometer genocidio o para violar los principios universales.
Escándalo
El Catecismo clasifica el escándalo sobre el quinto mandamiento y lo define como una "actitud o comportamiento que lleva a los demás a hacer el mal". En el Evangelio de Mateo, Jesús afirmó que "cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar." La Iglesia considera un pecado y crimen grave causar el debilitamiento de la fe, esperanza y amor de alguien, especialmente si ese alguien fuera un joven y si el agresor fuera una persona de autoridad, como un padre, profesor o sacerdote.
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