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Sexto Mandamiento

No cometerás adulterio."

De acuerdo con la Iglesia católica, los humanos son seres sexuales, cuya identidad sexual se extiende más allá del cuerpo, involucrando también la mente y el alma. Los sexos están destinados por designio divino para que sean diferentes y complementarios, ambos con igual dignidad y hechos a la imagen y semejanza de Dios. Los actos sexuales" ​ son sagrados dentro del contexto de la relación conyugal, que refleja un "don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer". Los pecados sexuales, por lo tanto, no violan solo el cuerpo, sino también todo el ser de la persona. En su libro de 1995 Cruzando el Umbral de la EsperanzaJuan Pablo II hizo una reflexión sobre este asunto:
"Los jóvenes, en el fondo, buscan siempre la belleza del amor, quieren que su amor sea bello. Si ceden a las debilidades, imitando modelos de comportamiento que bien pueden calificarse como «un escándalo del mundo contemporáneo» (y son modelos desgraciadamente muy difundidos), en lo profundo del corazón desean un amor hermoso y puro. Esto es válido tanto para los chicos como para las chicas. En definitiva, saben que nadie puede concederles un amor así, fuera de Dios. Y, por tanto, están dispuestos a seguir a Cristo, sin mirar los sacrificios que eso pueda comportar. "
Al igual que el Judaísmo ortodoxo y el Islam, la Iglesia católica considera todos los actos sexuales fuera del matrimonio como pecados mortales. La gravedad del pecado excluye al pecador de la "comunión sacramental" hasta que él se arrepienta y que sea absuelto en la confesión sacramental.

Vocación para la castidad
Las enseñanzas de la Iglesia sobre el sexto mandamiento incluyen una discusión profunda sobre la castidad. El Catecismo describe la castidad como "una virtud moral, [...] un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual".​ La Iglesia ve el sexo como más que un acto físico; también afecta el cuerpo y el alma, por eso la Iglesia enseña que la castidad es una virtud que todas las personas son llamadas para conquistar y adquirir.​ Es definida como "la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual" que integra con Éxito la sexualidad humana en la persona, con su "naturaleza humana entera."​ Para adquirir esta virtud, los católicos son incentivados a entrar en el "trabajo largo y exigente" del autodominio, que es ayudado por los amigos, gracia de Dios, maduración y educación "que respete las dimensiones morales y espirituales de la vida humana."El Catecismo categoriza las violaciones del sexto mandamiento en dos categorías: "crímenes contra la castidad" y "crímenes contra la dignidad del casamiento".

Crímenes contra la castidad
El Catecismo lista los siguientes "crímenes contra la castidad" en orden creciente de gravedad
Lujuria: la Iglesia enseña que el placer sexual es bueno y creado por Dios y que los cónyuges deben "experimentar el placer y la satisfacción del cuerpo y espíritu". Kreeft defiende que la "lujuria no significa placer sexual, como tal, ni el deleite en ella, ni el deseo de ella en su contexto cierto."​ La lujuria es "un deseo desordenado o un gozo de placer sexual rebelde", o sea, es el deseo de placer sexual por sí solo, fuera de su finalidad de procreación y de la unión de hombre y mujer, cuerpo y alma, en la auto donación mutua.
Masturbación, que es "la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo", es considerado pecado por las mismas razones que la lujuria, pero está un nivel arriba de la lujuria porque involucra un acto físico en vez de un acto mental.
Fornicación es "es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio." Esta es considerada "gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana", porque es un escándalo "cuando hay corrupción de los jóvenes" y no está ordenado para el "bien de los esposos" ni para la "generación y educación de hijos."
Pornografía consiste en sacar de la intimidad de los protagonistas actos sexuales, reales o simulados, para exhibirlos ante terceras personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público), pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio. Es una falta grave. Las autoridades civiles deben impedir la producción y la distribución de material pornográfico.
Prostitución es considerada pecaminosa tanto para la prostituta como para el cliente porque reduce a la persona humana a un mero instrumento de placer sexual, violando así la dignidad humana y perjudicando a la sociedad. La gravedad del pecado es menor para las prostitutas que son forzadas al acto por chantaje, miseria o presión social.
Violación es un acto intrínsecamente malo que puede causar un daño grave y marcar a la víctima para toda la vida, ofendiendo con violencia y "profundamente el derecho de cada uno al respecto, a la libertad y a la integridad física y moral".​ Es más grave todavía cuando constituye incesto, o cuando es violación practicada "por educadores contra niños a ellos confiados".

Homosexualidad
El Catecismo dedica una sección separada para la homosexualidad dentro de su explicación del sexto mandamiento. Al igual que los actos heterosexuales fuera del casamiento, los actos homosexuales son considerados pecados y "son intrínsecamente desordenados".​ La Iglesia distingue entre las atracciones homosexuales, que no son considerados pecados, y los actos homosexuales, que si lo son. El Catecismo afirma que estos actos "son contrarios a la ley natural, cierra el acto sexual al don de la vida, no proceden de una verdadera complementariedad afectiva sexual, [por eso] no pueden, en ningún caso, ser aprobados". La Iglesia enseña que la inclinación homosexual es «objetivamente desordenada» y que constituye una auténtica prueba para la persona. Pero la Iglesia también enseña que los homosexuales "deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza" y "cualquier signo de discriminación injusta" contra ellos debe ser evitada.​
Los homosexuales son, de acuerdo con la Iglesia, "llamados a la castidad". Ellos deben ser instruidos para practicar las virtudes del "autodominio" que eduquen la "libertad interior", mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental. Estos instrumentos y auxilios están destinados a ayudar a los homosexuales a aproximarse, "gradual y resueltamente", a la perfección y santidad cristiana, que es un estado espiritual al cual son llamados todos los cristianos.
Amor de marido y esposa
Según las enseñanzas de la Iglesia, el amor conyugal tiene por objetivo lograr un fin doble e indisociable: la unión de marido y mujer, para "el bien de los propios cónyuges", y la transmisión de la vida. Por lo tanto, "el amor conyugal del hombre y la mujer está, además, bajo la doble exigencia de la fidelidad y la fecundidad".​El aspecto unitivo incluye la entrega recíproca del sí mismo de cada pareja, por lo que "simplemente ya no son dos sino una sola carne."​ El sacramento del Matrimonio es visto como que Dios sella el consentimiento que une a los cónyuges. Este consentimiento incluye la aceptación de los fracasos y errores del otro cónyuge el reconocimiento de la "llamada a la santidad en el casamiento", que exige a ambos un proceso de crecimiento espiritual y de conversión que puede durar toda la vida.

Fecundidad del casamiento, el placer sexual y el control de natalidad
A lo largo de la historia de la Iglesia católica, los pensadores católicos ofrecieron opiniones divergentes sobre el placer sexual. Algunos lo vieron como pecaminoso, mientras que otros no estaban de acuerdo.​ La Iglesia no tenía una posición formal hasta el año 1546, cuando el Concilio de Trento decidió que la concupiscencia invita al pecado, pero "no es formalmente pecaminosa por sí misma."​ En 1679, el Papa Inocencio XI condenó el "sexo marital hecho solo por placer." La posición de la Iglesia sobre la actividad sexual puede ser resumida como: la "actividad sexual pertenece solamente en el casamiento como una expresión de la unión y donación total, y siempre abierta a la posibilidad de una nueva vida". Los actos sexuales en el casamiento son considerados "nobles y honrados" y son destinados a ser apreciados con "alegría y gratitud".
Los anticonceptivos son anteriores al Cristianismo, la Iglesia católica condenó estos métodos a lo largo de su historia.​ En respuesta a la Iglesia Anglicana habiendo aceptado la práctica de la anticoncepción artificial en 1930, la Iglesia católica emitió la encíclica papal Casti connubii el 31 de diciembre de 1930. El 1968 encíclica papal Humanae Vitae es una reafirmación de la visión tradicional de la Iglesia católica sobre el matrimonio y las relaciones maritales, así como la condena permanente de control artificial de la natalidad artificial.
La Iglesia anima a las familias numerosas, viéndolas como una bendición. Sin embargo, también reconoce que la paternidad responsable puede, en algunos casos, dependiendo de las circunstancias, necesitar de una cierta limitación o espaciamiento entre los nacimientos, y esto se puede hacer a través de la planificación familiar natural, que es moralmente aceptable, a diferencia de los métodos de anticoncepción artificial, que son rechazados.​ La Iglesia también rechaza todas las formas de la inseminación artificial, ya que estas técnicas "disocian el acto sexual del acto procreador", "provocan una disociación de la paternidad por intervención de una persona extraña a los cónyuges (donación del esperma o del óvulo, préstamo de útero) son gravemente deshonestas" y "lesionan el derecho del niño a nacer de un padre y una madre conocidos de él y ligados entre sí por el matrimonio". El Catecismo afirma que un niño "no es un derecho, es un regalo" y es el "don más excelente del matrimonio".
Muchos católicos y no católicos han acusado a la Iglesia de contribuir a la superpoblación y a la pobreza al apoyar la planificación familiar natural. El rechazo de la Iglesia por el uso del preservativo es muy criticada, sobre todo en los países donde la incidencia de SIDA ha alcanzado proporciones de epidemia. En su defensa, la Iglesia cita a países como Kenia y Uganda, donde se alientan los cambios de comportamiento en lugar del uso del condón, y donde se han logrado mayores avances en el control de la enfermedad que en los países que promueven solo el uso del preservativo.
Ofensas contra la dignidad del casamiento
Según la Iglesia, el adulterio y el divorcio son considerados "ofensas a la dignidad del matrimonio" y están definidos de la siguiente forma:
El adulterio "es el término que designa la infidelidad conyugal. Cuando dos cónyugues, de los cuales por lo menos uno es casado, establecen entre sí una relación sexual, aunque efímera, cometen adulterio."​ La Iglesia considera el adulterio un pecado mayor que la fornicación porque involucra personas casadas.​ Kreeft afirma que el adulterio es un pecado "contra su cónyuge, su sociedad, y sus hijos, tanto con su propio cuerpo y su alma."
El divorcio "es una ofensa grave a la ley natural. Pretende romper el contrato firmado libremente por los esposos de vivir un con el otro hasta la muerte. El divorcio es una injuria contra la alianza de la salvación, de que el matrimonio sacramental es señal". Según la Biblia, El propio Jesús de Nazaret, reafirmando la indisolubilidad del casamiento, dice que "no es lícito que el hombre, despidiendo a su esposa, se case con otra; ni es legítimo que otro tome como esposa a una que se divorció de su marido". Explicando la interpretación de la Iglesia de esta enseñanza, Kreeft dice que Jesús consideraba el divorcio como una acomodación, una tolerancia que estaba infiltrada en la ley judía.​ La Iglesia enseña que el casamiento fue creado por Dios y fue hecho para ser indisoluble: así como la creación de un niño que no puede ser "des-creado", el vínculo matrimonial de "una sola carne" jamás podrá romperse. El Catecismo afirma que "el cónyuge casado otra vez se encuentra en una situación de adulterio público y permanente", aumentando así la "gravedad de la ruptura".
Además de estas dos grandes ofensas, la poligamia, el incesto y la "unión libre" (que incluye la unión de hecho y el concubinato) son también consideradas "ofensas a la dignidad del matrimonio".

Separación, divorcio civil y anulaciones
Según la Iglesia, hay situaciones que no corresponden al divorcio:
En ciertos casos previstos por el derecho canónico y en situaciones extremas, como la violencia doméstica y el adulterio, la separación es permitida, aunque "permaneciendo el vínculo matrimonial". Esto no es considerado un divorcio y puede ser justificado.
Divorcio civil no es un divorcio, según la Iglesia. "Si el divorcio civil fuera la única manera posible de garantizar ciertos derechos legítimos, tales como el cuidado de los hijos o la defensa del patrimonio, puede ser tolerado sin constituir falta moral."
La anulación del casamiento no es un divorcio, pero si es una decisión por parte de la Iglesia de que el casamiento nunca fue válido. El casamiento es considerado nulo se le falta uno de los cinco elementos integrales: el debe ser "completo", "vitalicio", "mutuo", un "don gratuito" y compuesto por un hombre y una mujer.​ De acuerdo con el Discurso de Juan Pablo II al Tribunal de la Rota Romana, del día 22 de enero de 1996, las parejas no tienen el derecho de anulación, pero si el de presentar su caso de nulidad o validad junto a una "autoridad eclesiástica competente y solicitar una decisión sobre el asunto." De acuerdo con a la diócesis católica de Arlington:

... las señales que pueden indicar motivos para investigar una anulación son: casamiento que excluye en el momento del casamiento o derecho de tener hijos, o para un casamiento permanente, o para una dedición exclusiva. Además de eso, existen casamientos juveniles; casamientos de muy corta duración; casamientos marcados por grave abuso emocional, físico o substancial; prácticas sexuales anormales; irresponsabilidad profunda y falta de compromiso; autorización condicional para un casamiento; fraude o engaño para obtener el consentimiento del cónyuge; enfermedad mental grave; o un vínculo anterior de casamiento. La determinación debe ser hecha después de una amplia consulta con el párroco o diáconos y basada en pruebas que estuvieran disponibles.

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