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Primer Mandamiento

 


"Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto."

El primer mandamiento, según la doctrina de la Iglesia, "significa que [los seguidores] deben rezar y adorar a Dios solo porque Dios es único". El Catecismo explica que se prohíbe la idolatría, proporcionando ejemplos de prácticas prohibidas, como la adoración a cualquier criatura, a los antepasados y a "'demonios... el poder, el placer, la raza, el Estado [y] el dinero". Agustín interpreta este mandamiento como "Ama a Dios y luego haz lo que quieras".​ Explicando este sentimiento, Kreeft sostiene que todo pecado "sirve a otro dios, obedece a otro comandante: el mundo, la carne o el diablo".
La Iglesia católica considera que este mandamiento contiene las tres virtudes teologales. La primera virtud, la fe, instruye a los católicos a creer en Dios y evitar la herejíaapostasía y el cisma. La segunda virtud, la esperanza, advierte a los católicos contra la desesperación y la presunción. Según el Catecismo, la virtud última, la caridad, solo puede alcanzarse si los católicos se abstienen a la indiferencia o la ingratitud hacia Dios, y a evitar la pereza espiritual y el odio a Dios derivado del orgullo. El Catecismo enumera violaciones específicas a este mandamiento, incluyendo la superstición, el politeísmo, el sacrilegio, el ateísmo, el agnosticismo, la irreligión y todas las prácticas de magia y brujería. Además, prohíbe la astrología, la quiromancia y la consulta de horóscopos o médiums. Los atributos del Catecismo consideran las acciones anteriores como un "una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos".

Aunque los católicos sean frecuentemente acusados de adorar a las imágenes, en violación del primer mandamiento,​ la Iglesia dice que esto es un malentendido. Según la opinión de la Iglesia, "El honor tributado a las imágenes sagradas es una “veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios". En los primeros siglos de la Iglesia, surgieron grandes discusiones sobre si los iconos religiosos estaban prohibidos por el primer mandamiento. La disputa se limita casi exclusivamente a la Iglesia de Oriente, los "iconoclastas" quisieron prohibir los iconos, mientras que los iconódulos apoyaban su veneración. En el Segundo Concilio de Nicea en el 787, el concilio ecuménico determinó que la veneración de los iconos y las estatuas no estaba en violación de la orden y declaró que "el que venera una imagen, venera al que en ella está representado".​ En la época de controversia sobre la iconoclastia, la Iglesia Occidental pasó a usar esculturas monumentales, que por el arte románico se convirtieron en una de las principales características del arte cristiano occidental, que se mantuvo parte de la tradición católica, en contraste con el cristianismo oriental, que evita grandes esculturas religiosas. El catecismo postula que Dios dio permiso para las imágenes que simbolizan la salvación cristiana, dejando símbolos como la serpiente de bronce, y los querubines sobre el Arca de la Alianza. Se dice que "El Hijo de Dios, al encarnarse, inauguró una nueva economía de las imágenes".
La Conferencia de los Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB) explica el catecismo en su libro titulado Catecismo de los Estados Unidos para Adulto, publicado en 2006. Con respecto a las imágenes grabadas, exponen que este mandato aborda la idolatría que en la antigüedad se expresaba en la adoración de tales cosas como "sol, luna, estrellas, árboles, toros, águilas y serpientes", así como "emperadores y reyes". Explican que hoy, la idolatría se expresa en la adoración de otras cosas, y enumeran algunas como el "poder, dinero, materialismo y deportes

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