Según la doctrina de la Iglesia católica, los Diez Mandamientos (o Decálogo) son la síntesis de toda la Ley de Dios (o Ley moral) y la base mínima y fundamental de la moral católica. Por eso, la Iglesia católica exige a sus fieles el cumplimiento obligatorio de esas reglas. Según la doctrina de la Iglesia, quien no sigue estas reglas, comete pecado y, dependiendo de la gravedad de la transgresión se desvía parcial o totalmente de Dios y de su amor, rechazando así la salvación y felicidad eterna ofrecidas por Dios. Sin embargo, como el amor de Dios es infinito y como Jesús ya se sacrificó en la cruz, todos los hombres pueden ser perdonados por Dios en cualquier momento, desde que se arrepientan de un modo libre y sincero y se comprometan a hacer lo posible para perdonar a sus enemigos. Ese perdón de los pecados puede ser concedido por Dios por medio de la Iglesia, por la primera vez, a través del Sacramento del bautismo y después, normalmente, a través del sacramento del la Reconciliación (llamado también de Penitencia o Confesión).
Según las propias palabras de Jesús, es necesario observar los Diez Mandamientos "para entrar en la vida eterna", además de ser necesario para que los fieles muestren su agradecimiento y pertenencia a Dios. Esos mandamientos, que dictan los deberes fundamentales del hombre para con Dios y con su prójimo, dan a conocer también la voluntad divina.
Al anunciar el Evangelio y el Reino de Dios, Jesús llevó a su "perfección y cumplimiento" la Ley de Dios y, por lo tanto, también los Diez Mandamientos. Eso quiere decir que el interpretó plenamente y dio el sentido último a las verdades reveladas por Dios a lo largo del Antiguo Testamento y renovó la alianza entre Dios y los hombres, instaurando así el Nuevo Testamento (o la Nueva Alianza). Para Jesús, toda la Ley de Dios se cumple y se resume en el doble y único mandamiento del amor a Dios y al prójimo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda a tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante al primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la Ley y los Profetas".o, invocando el nombre de Dios para propósitos mágicos, o expresar palabras de odio o rebeldía contra Dios, se consideran pecados de blasfemia.
Según las propias palabras de Jesús, es necesario observar los Diez Mandamientos "para entrar en la vida eterna", además de ser necesario para que los fieles muestren su agradecimiento y pertenencia a Dios. Esos mandamientos, que dictan los deberes fundamentales del hombre para con Dios y con su prójimo, dan a conocer también la voluntad divina.
Al anunciar el Evangelio y el Reino de Dios, Jesús llevó a su "perfección y cumplimiento" la Ley de Dios y, por lo tanto, también los Diez Mandamientos. Eso quiere decir que el interpretó plenamente y dio el sentido último a las verdades reveladas por Dios a lo largo del Antiguo Testamento y renovó la alianza entre Dios y los hombres, instaurando así el Nuevo Testamento (o la Nueva Alianza). Para Jesús, toda la Ley de Dios se cumple y se resume en el doble y único mandamiento del amor a Dios y al prójimo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda a tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante al primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la Ley y los Profetas".o, invocando el nombre de Dios para propósitos mágicos, o expresar palabras de odio o rebeldía contra Dios, se consideran pecados de blasfemia.
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